Una mezquita tradicional de estilo sudanés, tras un maratoniano viaje por carretera en diferentes transportes públicos.
Larabanga es una población minúscula donde la gente se detiene para admirar la que, según diversas fuentes (no documentadas), está considerada la mezquita más antigua del país. Los relatos locales indican que fue construida en 1421, a cargo de un comerciante islámico. Durante la época en que el Islam se comenzó a expandir por todo el norte de Ghana. Y es un lugar sagrado, de peregrinación obligada para cualquier musulmán del país.
VIAJE KINTAMPO – LARABANGA
Cuando nada más visitar las Kintampo Falls decidí continuar mi ruta hacia el norte de Ghana, sabía que la cosa iba a estar complicada. Eran las 14h pasadas, y ante mí tenía 220km de carreteras en un estado de conservación muy variable hasta llegar a Larabanga. Pero bueno. La idea era ponerme en marcha. Y si surgían problemas siempre tenía la opción de pasar la noche en algún pueblo intermedio. No me imaginaba lo que se me venía encima…
Para empezar, tuve que coger un trotro en la estación de Kintampo. Y la suerte no me sonrió. Me tocó esperar hora y cuarto hasta que se llenó el vehículo y pudimos partir. El conductor no perdonó ni un solo pasajero, primero con un sol de justicia. Y más tarde bajo una lluvia intensa, que por lo menos refrescó el ambiente. El trotro iba hasta Tamale, pero mi idea era bajarme antes, en Fulfusu, y continuar en otro vehículo hasta Larabanga. Por el trayecto pagué 17 cedis + 3 por guardar la mochila grande en el maletero.
El caso es que una vez arrancó el vehículo, comprobé que estaba en buen estado. Y avanzamos a un ritmo decente, atravesando un paisaje cada vez más árido, con árboles pequeños y arbustos. También pasamos por algún núcleo urbano, como siempre nada fotogénicos. Eso sí, con un tono cada vez más islámico. Porque ya estaba en el norte de Ghana. Y en esta zona lo habitual es ver mezquitas, chilabas y alguna barba. Se acabó la Ghana católica, con sus predicadores e iglesias.
EL PUENTE DE LA DISCORDIA
Hasta que de repente el trotro se detuvo. Habíamos llegado al enorme puente que pasa sobre el río Black Volta, cerca del famoso lago. Y ante nosotros había una larga cola de vehículos esperando. Motivo: el puente estaba cerrado por obras de reforma de las 14h hasta las 6h del día siguiente. Tan solo podían cruzarlo personas a pie o vehículos de dos ruedas.
A partir de aquí se sucedieron las escenas caóticas, tan típicas del continente africano. Alguna falsa alarma en la que la cola parecía avanzar, cuando el motivo real era el espacio que dejaban los vehículos que decidían dar media vuelta. El conductor se marchó en un par de ocasiones para preguntar a los obreros (y a la tercera ya no regresó). A nuestro alrededor lugareños en moto ofreciéndonos la posibilidad de continuar el viaje a precios abusivos… Y una pregunta flotando en el ambiente: ¿la compañía de trotros sabía que el puente estaba cerrado y aún así nos hizo partir engañados? ¿O también fue una sorpresa para ellos?
El caso es que estuve más de una hora esperando, mientras el sol se ponía en el horizonte. Hasta que decidí tomar cartas en el asunto. Bajé del trotro, me puse la mochila grande a la espalda, y crucé el puente caminando (con espectaculares vistas del Black Volta). Al poco llegué a la población de New Buipe, en la orilla opuesta. Allí encontré un trotro que continuaba la ruta hacia Tamale. Pagué los 10 cedis que me pidieron, y me senté a esperar que se llenara.
Minutos más tarde aparecieron mis compañeros de viaje. Muy enfadados porque no habían encontrado al conductor, y no habían podido recuperar la parte proporcional del dinero pagado por el trayecto. Pero la gota que colmó el vaso fue encontrarse con que les cobraban 10 cedis por el viaje hasta Tamale (en lugar de los 9 habituales). Y que les hacían sentarse en filas de 4 personas (en lugar de las 3 habituales). Por aquí ya no pasaban, y se montó una trifulca tremenda, con gritos, amenazas, discusiones acaloradas… Un pasajero gritaba «¡Conozco mis derechos!» y exigía la presencia de un representante sindical. Resultado: tras media hora larga de confusión… acabamos partiendo en filas de 4 personas y pagando 10 cedis… Qué paciencia hay que tener…
Por suerte, el resto del viaje hasta Fulfusu no tuvo más incidentes. Una vez allí, ya era de noche, y no tenía claro que hubiera transporte disponible. Las guías de viaje hablaban de una carretera infame hasta Larabanga que únicamente se atrevían a recorrer los autobuses que salían directos desde Tamale. Así que valoré seriamente la posibilidad de seguir hasta Tamale, dormir allí, y continuar el viaje al día siguiente. Pero al ver que había un taxi compartido esperando pasajeros, decidí bajar y jugármela.
La noticia positiva fue que aquella carretera impracticable ahora estaba perfectamente asfaltada, y no entrañaba problemas. La noticia negativa, que el taxi iba solo hasta Damongo, y me obligaba a coger allí otro transporte hasta Larabanga. En fin… Pagué 10 cedis + 3 por la mochila grande. Y mientras esperaba a los pasajeros que faltaban, me compré unas galletas y una botella de agua para engañar al estómago.
El trayecto hasta Damongo, impecable, por una carretera oscura y desierta. Una vez allí, hice piña con un lugareño que también iba a Larabanga para conseguir transporte. Hubo momentos de duda. Porque una vez más los taxistas se querían aprovechar de nosotros, y nos cobraban 40 cedis por el trayecto en lugar de los 30 habituales. Pero llegados a este punto no me importaba pagar un par de euros de más. Así que le dije a mi compañero que me diera 15 cedis y yo pagué el resto. Y en cuestión de minutos llegamos a Larabanga, pasadas las 22h, tras más de 8 horas desde que llegué a la estación de Kintampo. Menuda odisea… Pero había conseguido mi objetivo.
En Larabanga, envuelto en una oscuridad casi total, y cargado con mi mochila, no dudé ni un segundo en aceptar la ayuda de un chaval para encontrar alojamiento. Y tras un intento fallido (la guest house elegida estaba cerrada), acabé en la segunda opción decente del pueblo.
ALOJAMIENTO: SAVANNA LODGE – 30 Cedis/Noche
*Puntos a favor: bungalow espacioso, redondo y con techo de paja; ubicación, en una zona tranquila, a 1km del centro del pueblo; precio ridículo; alojamiento propiedad de un encantador matrimonio: ella atenta y sonriente; él no dudó en irme a buscar en moto al centro, a altas horas de la noche, para evitar que caminara cargado.
*Puntos en contra: camas individuales; lavabo y duchas compartidas, sin agua corriente (en inglés se conocen como «bucket showers» y el mecanismo es sencillo: un cubo grande lleno de agua, y te la vas tirando por encima con ayuda de un cubo pequeño).
Ya instalado, aún tuve tiempo para tomarme una cerveza Star (era lo único que había frío en la nevera). Y estirarme a dormir. Con una salchicha asada y unas galletas como único alimento solido en todo el día, a parte del desayuno. Por suerte, estaba agotado, y me quedé dormido al momento.
DESCUBRIENDO LARABANGA
Al día siguiente, tras una noche de sueño reparador, disfruté de un desayuno que me supo a gloria. Una tortilla francesa con verduras y pan recién hecho, que engullí en una mesa exterior, charlando con el propietario del alojamiento. Me explicó sus proyectos para convertir su destartalado campamento en un lugar con clase. Aunque como acostumbra a pasar, necesitaba financiación. Tras el desayuno, me dispuse a explorar la zona, aprovechando que el sol todavía no castigaba.
Larabanga tiene la dudosa fama de estar lleno de falsos guías y pesados que agobian a los turistas, con la única intención de sacarles el máximo dinero posible con cualquier pretexto. Las guías de viajes avisan de esta situación, y en internet había leído testimonios realmente inquietantes. Así que para evitar enfados y malas experiencias, durante el desayuno pedí al propietario del alojamiento que me consiguiera a alguien para enseñarme los lugares de interés. Si tenía que utilizar los servicios de un guía, por lo menos que fuera alguien recomendado. Y así, de paso, ahuyentaba al resto de pesados y me podía dedicar a admirar el paisaje.
El propietario llamó a Adam, uno de sus hijos, que no pasaría de los 11 años de edad. Y tras repetirle varias veces cómo tenía que actuar ante la presencia de otros guías potenciales, nos fuimos caminando hasta el centro del pueblo.
En lugar de seguir la carretera principal, Adam me condujo al centro campo a través. Y la verdad es que fue una sorpresa de lo más agradable. El paisaje era muy exótico, con una tierra de color ocre, matorrales y árboles raquíticos de ramas retorcidas. Hasta que llegamos a un pequeño lago realmente fotogénico, rodeado de árboles verdes y frondosos. Y frecuentado por grupos de lugareñas de coloridos ropajes que acudían a su orilla para lavar la ropa o coger agua, transportando cubos sobre la cabeza. Adam me señaló la silueta de un pequeño cocodrilo medio sumergido en el lago. Y cerca de la orilla encontramos los restos de una serpiente que había mudado de piel. Naturaleza en estado puro…
Al final, tras un rato disfrutando de la atmósfera del lugar, continuamos el camino, y llegamos al centro de Larabanga, donde se encuentra la atracción turística por la que es conocido el pueblo.
LA MEZQUITA MÁS ANTIGUA DE GHANA
Adam me condujo al recinto donde se pagaba la entrada; aboné mis 5 cedis; y charlé unos minutos con el encargado, rechazando amablemente sus ofertas de visitas guiadas o información adicional. Y a partir de aquí, vía libre para contemplar el exterior de la mezquita (al no ser musulmán, no me estaba permitido entrar en ella, o subir al tejado).
La mezquita de Larabanga es un espectacular ejemplo de arquitectura de estilo sudanés. Con paredes de barro de un color blanco inmaculado; esqueleto de madera (con palos sobresaliendo de los muros); contrafuertes puntiagudos; y dominando la estructura principal, un minarete en forma de pirámide. No es una construcción muy grande, pero la imagen del conjunto es inolvidable. Por suerte me pude quedar todo el tiempo que quise, sacando fotos y paseando alrededor de la mezquita. Sin recibir ningún tipo de presión. Además, Adam resultó ser toda una fuente de información. Y no paró de contarme historias y leyendas relacionadas con la mezquita y su milagrosa construcción.
Hay alguna otra mezquita de este estilo que se puede visitar en el norte Ghana, como la de Nakore, cerca de Wa; o la de Bole. Pero requiere desviarse bastante de la carretera principal hacia el norte. Y creo que con un ejemplo ya es suficiente, a no ser que te pille de paso.
De regreso a mi alojamiento, paramos en una tienda del pueblo para comprar unos refrescos. Y caminamos de nuevo campo a través, pasando por el lago, que continuaba recibiendo una afluencia constante de lugareños realizando sus tareas diarias, y ofrecía infinidad de oportunidades para sacar fotos: niños correteando por la orilla; ropa secándose en el suelo… Eso sí, el sol no era el mismo de la ida, y ya comenzaba a apretar con fuerza.
En el Savanna Lodge me despedí de Adam, que en ningún momento me pidió dinero por sus servicios (todo un detalle). Aunque antes de marcharme le dejé 5 cedis en la recepción. Y como me merecía un descanso, me senté frente a mi bungalow a tomar una cerveza Club bien fría, y planear mis próximos movimientos.
CONCLUSIÓN
Larabanga se encuentra a tan solo 3km de la entrada de Mole National Park, así que no hay excusa para que cualquier persona que esté explorando el norte de Ghana se detenga un rato en esta población para ver su mezquita. No es necesario que pases la noche en el pueblo. A no ser que que aparezcas a horas intempestivas, como me pasó a mí, y no te quede más remedio.