Un viaje imposible para llegar a la capital del País Lobi, atravesando pistas polvorientas en un vehículo que se caía a trozos.
Gaoua es la capital de la Región Sud-Ouest. Se trata de una población moderna, con escasos lugares de interés turístico. Aunque ubicada en el corazón del País Lobi: unas tierras remotas, pegadas a las fronteras con Ghana y Costa de Marfil, donde todavía se puede descubrir la Burkina más auténtica. Además, cuenta con un interesante museo dedicado a la cultura Lobi, gracias a una investigadora que dedicó toda su vida al estudio de este apasionante grupo étnico.
CAMBIO DE RUTA INESPERADO
Cuando llegué a Burkina Faso, mi idea inicial era pasar los últimos días del viaje visitando el norte del país. Era plenamente consciente del peligro que entrañaba esta decisión. Y a esas alturas ya sabía que los gobiernos de cualquier país occidental desaconsejaban por completo viajar al norte de Burkina. Porque son habituales las incursiones de grupos radicales islámicos procedentes de la vecina Mali, y en el pasado se habían producido varios secuestros de turistas.
Pero por otra parte, me resistía a quedarme sin visitar una de las zonas más exóticas del país: la región del Sahel. Con sus coloridos mercados, etnias sorprendentes, y paisaje de dunas y palmeras. Así que decidí informarme sobre la marcha y ver hasta donde podía llegar. De hecho, venía de explorar Sindou, a escasos kilómetros de Mali, y no había tenido el más mínimo incidente. Quizás la cosa no era para tanto…
Durante mi estancia en Tiebelé, tuve la oportunidad de charlar largo y tendido con mi guía, que parecía un chaval muy al corriente de la situación del país. Y me explicó que, en principio, todavía era seguro visitar la zona del Sahel más alejada de la frontera, donde había atracciones turísticas como las poblaciones de Bani o Dori. Así que tras explorar el suroeste de Burkina, compré con antelación un billete de autobús en la estación de la compañía Rakieta, para desplazarme de Banfora a Ouagadougou. Y en la capital ya compraría otro para llegar hasta Bani. Todo estaba listo…
Hasta que informé de mis planes a los lugareños de Banfora… El dueño del Hotel Comoé se quedó de piedra, y me dijo que ni se me ocurriera viajar al norte. Estaba realmente enfadado, y me tachó de loco por semejante osadía. El dueño del maquis de las cervezas heladas tampoco lo vio claro, y me pidió que no siguiera adelante con mis planes. Según ellos, la situación en el norte de Burkina había empeorado bastante durante los últimos días, y me jugaba el tipo. A pesar de todo, estuve un buen rato dudando, sin saber qué hacer. ¿Aquella gente tenía información actualizada, o hablaba de oídas?
El caso es que, al final, tras un importante debate interno, decidí cambiar de planes, y dedicar las siguientes jornadas a explorar otro rincón remoto de Burkina, ubicado en el suroeste. El País Lobi. Más tarde comprobaría que fue una gran decisión.
VIAJE BANFORA – GAOUA
Para llegar hasta la capital del País Lobi tenía dos opciones:
1. Utilizar el billete de bus que tenía hasta Ouaga, pero bajándome a medio camino, en Pa. Y allí coger otro bus hasta Gaoua. Esta ruta en dos etapas discurría por una carretera asfaltada, cubriendo un total de 390km.
2. Perder el billete comprado (no era posible cancelarlo) y coger un Taxi Brousse, que cubría del tirón el trayecto desde Banfora hasta Gaoua. Siguiendo una ruta más directa, pero por una pista de tierra en mal estado, a lo largo de 197km.
Como era de esperar, me decanté por la segunda opción, mucho más aventurera. Y la noche anterior al viaje compré el billete del Taxi Brousse, para evitar sorpresas (5.000f).
Por la mañana, a primera hora, desalojé mi habitación en La Canne á Sucre, y caminé hasta la cercana autogare, ubicada junto a la carretera principal, de donde partía el vehículo. Según me habían dicho, nos pondríamos en marcha a las 7h. Pero al final salimos con una hora de retraso. Durante ese tiempo, esperé de pie, mientras unos operarios cargaban sin cesar sacos y equipajes en la baca del Taxi Brousse. E iban apareciendo pasajeros.
Al poco de subirme al vehículo y ocupar mi asiento, me di cuenta que aquel trayecto iba a ser duro. Por varios motivos:
1. En el Taxi Brousse viajábamos unos 25 pasajeros, apretujados en filas de 5 personas. Yo iba junto a la ventana, en una posición muy incómoda.
2. Para poder arrancar, nos tuvimos que bajar y empujar el vehículo. Y fueron necesarios varios intentos (muy premonitorio).
3. La atmósfera del vehículo era deprimente. Mis compañeros de viaje eran gentes sumidas en una miseria absoluta. Junto a mí iba sentado un abuelo con un abrigo grueso (¡con el calor que hacía!), lleno de roña y pestilente. Y a mi alrededor, mujeres con vestidos harapientos; niños sucios y descalzos; bebés que se tiraron todo el viaje llorando… (imagino que por hambre, o porque estaban enfermos). Seguro que me miraban sin entender qué hacía allí un tubab, en principio con dinero más que suficiente para viajar de forma cómoda.
Pero bueno. Me armé de paciencia, y encaré el trayecto con resignación. Por lo menos, todavía era temprano, y ya estábamos en marcha rumbo a Gaoua.
UN TRAYECTO INFERNAL
Cuando compré el billete, me aseguraron que llegaría a mi destino a las 15h. Y ya me pareció mucho (8 horas para recorrer 197km). No contaba con que aquellas previsiones eran de lo más optimista. Porque los contratiempos fueron innumerables:
1. Principalmente, el lamentable estado del Taxi Brousse. Aquel vehículo era un auténtico amasijo de hierros. Al poco de partir, ya se había caído el tubo de escape, que acabó en la baca. Más tarde, el radiador comenzó a sobrecalentarse y hubo que desmontar toda la parte delantera para intentar arreglar el problema (espera de unos 45 minutos, y el parachoques también acabó en la baca). Desde este momento, el conductor tenía que parar cada cierto tiempo para levantar el capó y asegurarse de que todo iba bien. En varias ocasiones el vehículo se caló, y tuvimos que bajar a empujar para arrancar. Las marchas no entraban. Las puertas no abrían bien… Todo un despropósito…
2. Tampoco ayudaron los continuos controles policiales. Durante el primer tramo del viaje hubo tres, con poca separación entre ellos. En todos había que bajar del vehículo, y enseñar a los agentes el carnet de identidad o pasaporte. Y siempre encontraban algo que no estaba bien y era motivo de esperas más largas de lo normal. A veces por culpa de los pasajeros (como uno que viajaba con un carnet de Costa de Marfil). Otras por culpa de los policías, en busca de algún dinero extra.
3. Casi nadie viajaba hasta el final del trayecto. Así que hubo numerosas paradas para que subieran y bajaran pasajeros y mercancías.
4. Había tramos de pista llenos de baches y agujeros, que obligaban al Taxi Brousse a circular despacio. Con otro vehículo en mejor estado no hubiera habido problema. Pero en esta carcasa… Otro problema derivado de la pista era el polvo. Cuando pasaba otro vehículo, levantaba nubes cegadoras que duraban varios segundos. Y el polvo se colaba por todas partes. Había gente que incluso viajaba con mascarilla. Yo acabé completamente cubierto, con la cara y el pelo naranja.
En estas condiciones, fuimos avanzando lentamente. La pista atravesaba un paisaje de bosque seco. Y de vez en cuando cruzábamos alguna población, con casas tradicionales, y lugareñas muy fotogénicas (con trenzados espectaculares, rostros exóticos, vestidos de mil colores…). Pero entre que iba de los nervios por lo que estábamos tardando; y lo poco que le gusta a los Burkinabes aparecer en fotos… Preferí dejar la cámara en su funda.
La única parte positiva de este viaje fue la solidaridad que se creó con mis compañeros de viaje. Durante una parada, compré una botella de agua, y le dí parte al abuelo del abrigo. Este la compartió con otros pasajeros. Y más tarde, en la siguiente parada, el abuelo me compró un bollo hecho con masa de donut frita. Mientras, una abuela se preocupaba por ofrecerme un asiento para descansar. Realmente entrañable.
LLEGADA CAÓTICA A GAOUA
Una vez se acabó la horrible pista de tierra, encaramos el tramo final del trayecto por carretera asfaltada. Ya solo faltaban 40km para que acabara el suplicio. Pero a veces me olvido que en África nunca puedes bajar la guardia…
1. Nada más llegar a la carretera, el vehículo giró en sentido contrario al previsto, y tras un par de kilómetros se detuvo en Kampti. ¡No continuaría hasta Gaoua! Esto no era lo previsto cuando compré el billete, pero poco podía hacer. Con lo cual tocó esperar un rato hasta que el conductor localizó otro Taxi Brousse que nos llevaría a Gaoua. Y subimos a él.
2. El conductor del nuevo vehículo era un sinvergüenza que avanzaba a toda pastilla, sin ningún tipo de consideración hacia los numerosos animales que cruzaban continuamente la carretera. Hasta que al final acabó atropellando a un cerdo, que apareció corriendo desde unas casas cercanas. Sin hacer el más mínimo intento de frenar o esquivarlo. Y no es porque haya que ser más o menos amante de los animales. Sino porque el tío dejó a una familia sin parte de su patrimonio. En fin, cosas de África…
3. Cuando llegamos a Gaoua, recuperé mi mochila grande, y me puse a caminar en busca de alojamiento. Pero al poco me tocan la espalda, y era el conductor, que me reclamaba 1.000f por el trayecto. ¿Cómo? Si el conductor del primer vehículo me había dicho que estaba pagado (algo habitual en estos casos). Esto fue la gota que colmó el vaso, y acabé encarándome a gritos con el conductor. Casi le tiro el billete a la cara. Pero al final me contuve, pagué, y me largué murmurando palabras irreproducibles… Mi paciencia tiene un límite.
A todo esto, ya eran las 19h, noche cerrada. A mi alrededor, ruido y tráfico intenso. Y todas las opciones de alojamiento interesantes estaban bastante alejadas de la autogare. Así que decidí preguntar a un lugareño para orientarme, y este me ofreció llevarme en su moto al hotel elegido. No lo dudé, y en unos minutos ya había llegado. Le dí 400f por sus servicios. Un precio más que correcto, por lo que no hice caso de la mala cara que puso, y me despedí sin mirar atrás.
ALOJAMIENTO: AUBERGE PRESTIGE – 10.000f/Noche
*Puntos a favor: habitación amplia; cama doble muy cómoda; buena limpieza; ducha con chorro de agua perfecto; ventilador; precio; tranquilidad absoluta.
*Puntos en contra: hotel alejado del centro; lavabo compartido; sin restaurante propio para poder desayunar o cenar (aunque por lo menos tenían nevera con botellas de agua helada a la venta).
En realidad este hotel no fue mi primera opción. El elegido fue el Auberge Teega-Wende. Pero me encontré con que solo tenía disponibles habitaciones a precios carísimos (30.000f), y únicamente por un día. Por suerte, un amigo del encargado me acompañó hasta el Prestige, situado a escasos metros de distancia, y no hubo problema. Estoy seguro que el amigo se embolsó una comisión a mi costa, pero a esas alturas poco me importó.
CENA: TEEGA-WENDE
Tras ocupar mi habitación, caminé de nuevo hasta el primer hotel, y me senté en una mesa del comedor interior del restaurante, pues estaba realmente hambriento. El servicio no estuvo ni mucho menos a la altura de los precios del hotel: atmósfera desangelada, con el resto de mesas vacías; se fue la luz, y estuve un buen rato completamente a oscuras, muriéndome de calor (se paró el ventilador)…
Pedí un Riz Gras, acompañado de medio pollo frito y una botella de agua grande. Y cuando apareció el plato, tras una larga espera, comprobé que el medio pollo encargado era minúsculo (parecía una codorniz), y estaba duro. Eso sí, a la hora de pagar, 5.500f (incluyendo una segunda botella de agua). Pero bueno, conseguí cenar algo decente.
Después regresé a mi hotel, caminando por un tramo de la carretera principal, envuelto en una oscuridad total. Con ganas de una ducha más que necesaria…
LOS GUERREROS LOBI
Este grupo étnico, cuyo nombre significa «hijos del bosque«, se estableció en el suroeste de Burkina a finales del siglo XVIII, procedente de Ghana (aunque actualmente también habitan zonas del norte de Costa de Marfil). Su fama de fieros guerreros es legendaria. Y es que no les quedaba otra. Porque desde el primer momento no dejaron de sufrir ataques: de los reinos de Gwiriko y Kenedougou en el norte; y de bandas de traficantes de esclavos en el sur. Así que se aplicaron en el uso del arco (su arma favorita) y se convirtieron en auténticos maestros, causando estragos entre sus rivales.
El término Lobi (al igual que sucede con los Gourounsi) engloba a varias etnias con ligeras diferencias entre sí. Excepto los Gan, los Lobi se gobiernan de forma totalmente descentralizada. Las diferentes familias viven en recintos fortificados esparcidos por el campo, muy separados entre sí, y con un jefe encargado de tomar las decisiones importantes.
VISITA AL MUSÉE DU PONI
Al día siguiente, tras una noche de sueño reparador, aparecí de nuevo en el Teega-Wende para desayunar. A diferencia de la cena, el desayuno estuvo genial: tortilla francesa con trozos de pimiento y cebolla; baguette recién hecha; y material para preparar 2 tazas de café con leche. Por tan solo 1.000f. Y encima, wifi gratis para entretenerme. No se puede pedir más.
Ya con el estómago lleno, caminé hasta el único lugar de interés de Gaoua: el Musée des Civilisations du Sud-Ouest. También conocido como Musée du Poni, por el río del mismo nombre que cruza estas tierras y da nombre a la provincia. Fue inaugurado en 1990, y está ubicado en una bonita casa colonial. El museo es obra de una antropóloga francesa, Madeleine Père, que dedicó toda su vida a estudiar la cultura y tradiciones de la etnia Lobi, y vivió en la zona entre 1961 y 2002 (año en que falleció).
Tras pagar la entrada (2.000f), me unieron a una pareja de abueletes (él Burkinabe, ella Francesa), para realizar una visita guiada de una hora. Y seguimos a un simpático chaval por las diferentes salas del museo, recibiendo un aluvión de información sobre los diferentes aspectos de la cultura Lobi. Pudimos ver numerosos objetos (armas, instrumentos musicales, adornos…). Y las paredes estaban llenas de fotos antiguas, realizadas a principios de siglo, donde todavía se podía ver a los Lobi en todo su esplendor.
Ellos, musculosos guerreros, con pelo rasta (de estilo similar al de las mujeres de la etnia Hamer), vestidos con taparrabos, y armados con arco y flechas. Ellas, semidesnudas, con pelo corto, collares, y los labios perforados con objetos de madera para agrandarlos (el efecto era horrible, y parecían patos). Por supuesto, estas fotos son el recuerdo de un mundo que ya ha desaparecido por completo. Porque los Lobi actualmente visten como cualquier otro Burkinabe.
Antes de marcharme, estuve charlando un rato con la simpática anciana a cargo del museo, que había trabajado como asistenta personal de Madeleine Père. Y le acabé comprando por 2.000f un cuaderno con fotos e información referente al museo y los Lobi. De vuelta en mi hotel, decidí que había llegado la hora de iniciar las gestiones para explorar la zona.
CONCLUSIÓN
Si estás interesado en explorar el País Lobi, no te quedará más remedio que pasar algún tiempo en Gaoua. Un día será más que suficiente para visitar su museo, y poder realizar los preparativos necesarios. Eso sí, a no ser que te gusten las emociones fuertes, o pasar penurias para después poder escribir un buen relato de aventuras (¡no es mi caso!), te recomiendo evitar el Taxi Brousse de Banfora, y viajar a Gaoua desde Ouagadougou o Bobo-Dioulasso, por carretera asfaltada. No hay color.